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¿Ahogado en alertas? Hablemos de la fatiga de alarmas (y qué hacer al respecto)


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“Sinceramente, escucho más alertas que palabras durante mi turno.”


Eso fue lo que me contó una enfermera hace poco, y entendí perfectamente a qué se refería. Entre las ventanas emergentes de la historia clínica electrónica, las alarmas del monitor, las notificaciones de la farmacia y todas las demás interrupciones digitales, es fácil sentirse en un estado de alerta constante. Y la realidad es que la mayoría de esas alertas ni siquiera son urgentes.


Si alguna vez has ignorado una ventana emergente o silenciado una alarma solo para centrarte en tu paciente, no estás solo ni estás siendo negligente. Probablemente estés sobrecargado por un sistema que exige demasiada atención con demasiada frecuencia.


¿Qué es exactamente la fatiga por alarmas?


La fatiga por alarmas ocurre cuando los profesionales de la salud están expuestos a tantas alertas que comienzan a ignorarlas o simplemente no pueden responder con la rapidez necesaria cuando sucede algo importante.


En algunas unidades, los estudios muestran que hasta el 99 % de las alarmas son falsas o carecen de relevancia clínica. Esto significa que miles de alertas pueden sonar en un solo día, distrayendo constantemente tu atención mientras atiendes a personas reales con necesidades reales. Esto no solo es frustrante, sino que con el tiempo puede convertirse en un grave riesgo para la seguridad del paciente.


Por qué esto importa ahora más que nunca


La fatiga por alarmas es mucho más que una simple molestia. Puede causar daños reales. Cuando las alertas son constantes, resulta más difícil identificar las que realmente indican peligro.


Esto puede causar:

  • Retrasos en la respuesta a emergencias reales

  • Cambios no detectados en la condición del paciente

  • Aumento del estrés en todo el equipo de atención

  • Pacientes que tienen dificultades para dormir y comienzan a perder la confianza en su cuidado

Y lo más frustrante: estas alertas están pensadas para ayudar y proteger a los pacientes. Pero sin sistemas adecuados para gestionarlas, a menudo terminan añadiendo presión en lugar de apoyar a quienes brindan atención.


Tres maneras de hacer que las alertas trabajen para ti, no en tu contra


Algunos equipos están empezando a repensar cómo aparecen las alertas en su rutina diaria y están encontrando formas de hacerlas útiles nuevamente.


1. Repensar la configuración predeterminada

 No todas las alertas son necesarias. El primer paso es preguntarte:

¿Esta alerta ayuda o solo crea más ruido?

 Dedica tiempo a revisar qué alarmas son realmente importantes para tus pacientes. Ajusta los umbrales cuando sea necesario. Desactiva las alertas que aportan poco valor. Y lo más importante: involucra a quienes usan el sistema en estas decisiones. Cuando los equipos participan en la configuración de las alertas, el sistema se vuelve más seguro y eficaz.


2. Organiza y prioriza las alertas

Considera las alertas como si fueran un proceso de triaje. No todos los cambios requieren una respuesta inmediata. Algunas alertas pueden retrasarse, otras agruparse y otras dirigirse a diferentes miembros del equipo según su rol.

 Cuando las alertas se organizan así, las más importantes se destacan y las de menor urgencia dejan de interrumpir tu concentración cada pocos minutos.


3. Haz que la higiene de alerta sea parte de la práctica diaria

Ya enseñamos higiene de manos, ¿por qué no hacer lo mismo con la higiene de alertas?

Inclúyela durante la incorporación y revísala en las reuniones de liderazgo y seguridad. Asegúrate de que tu equipo entienda:

  • Cuándo una alerta necesita atención inmediata

  • Cuándo está bien hacer una pausa y analizar la situación

  • Cómo ajustar la configuración de alertas sin poner en riesgo la seguridad


Llamémoslo por su nombre: un problema de calidad


La fatiga por alarmas no es solo un problema tecnológico. En esencia, es un problema de calidad que afecta la seguridad de nuestros sistemas y el apoyo que reciben nuestros equipos en su trabajo diario. Cuando los profesionales de la salud están abrumados por alertas constantes, les resulta más difícil pensar con claridad, priorizar la atención y concentrarse en el paciente. En lugar de ayudar, las herramientas diseñadas para apoyarnos generan más ruido, estrés y riesgo.


La buena noticia es que la fatiga por alarmas no es permanente y se puede solucionar. El primer paso es reconocerla como lo que es: un desafío que surge del diseño del sistema, la comunicación y la gestión de la calidad. Abordarla desde esta perspectiva abre la puerta a soluciones efectivas y duraderas que mejoran el entorno asistencial para pacientes y profesionales.


Una reflexión final


Todo profesional de la salud merece trabajar en un entorno donde las herramientas estén alineadas con la misión de brindar una atención segura, enfocada y eficaz. Los sistemas que usamos deben destacar lo más importante, filtrar lo que no importa y permitirnos dedicar toda nuestra atención a los pacientes. Cuando las alertas están bien diseñadas, aportan claridad; cuando no, generan distracción y frustración.


Si tu equipo se siente abrumado por las alertas, quizá sea momento de un reinicio, no solo técnico, sino también de calidad. Es hora de preguntarse: ¿Nuestros sistemas facilitan la excelencia o la dificultan?


En QualityMed Academy creemos que la mejora continua debe ser práctica, alcanzable y adaptada a las realidades de la atención clínica.


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